Los gallos tienen fama de cantar al alba, pero este pariente kemono se desgañita con un chillido tan estridente que sacude hasta las hojas de los árboles. De hecho, la llamada del impulsivo himetosaka, también llamado crestestival, atraviesa montes y valles y es escuchado en las aldeas más lejanas. Incluso a tal distancia, el estruendo que genera basta para derrumbar granjas viejas, razón más que suficiente para querer dar caza a la bestia responsable.